Juan María nació el 22 de diciembre de 1794 en Doizieux (Loira).   En 1816 estaba en La Valla y allí Marcelino comenzó a hablar con él exponiéndole su proyecto de fundar una comunidad de Hermanos.   Con 23 años se une al proyecto de Marcelino de fundar los maristas y va a vivir con Juan Bautista Audras a una pequeña casa del pueblo de La Valla, bajo la dirección del Padre Champagnat.
   Fue director de la primera escuela de La Valla y fundó colegios maristas en otros pueblos cercanos.
   Con el paso de los años el H. Juan María cambió: se hizo cada vez más exigente y raro.  Dos veces se marchó de la comunidad para hacerse trapense, porque le parecía que los maristas eran poco austeros.   No aceptó las normas y reglas que Marcelino dio a su comunidad, y en 1826 dejo la vida marista y se retiró a su pueblo, con gran pena para Marcelino, porque fue su primer discípulo.

 

   Juan Bautista Audras nació en La Valla el 8 de octubre de 1801.   En octubre de 1816 se presentó a los HH. de la Salle, en Saint-Chamond, con la idea de hacerse religioso, pero no le admitieron por su corta edad.   Comentó estos deseos a Marcelino, que era su confesor, y el 2 de enero de 1817, junto con Juan María Granjon, formó la primera comunidad marista.  Tenía sólo 15 años y un gran deseo de amar a Dios y ayudar a los necesitados.
   En las primeras crónicas maristas Juan Bautista, que cambió su nombre por el de H. Luis, se nos presenta como modelo de amor a Dios.
  

 

   Juan Claudio Audras era hermano de Juan Bautista (el H. Luis).
   Sus padres no estaban de acuerdo con que Juan Bautista se hiciera religioso, pero como no lograron convencerlo enviaron a su hermano mayor, Juan Claudio, para traerlo a casa.   Este llegó a La Valla y habló con Marcelino.  Y Marcelino le sugirió que, en lugar de llevarse a su hermano, podría pedirle permiso a sus padres y hacerse marista.   Y así lo hizo.   El 24 de diciembre de 1818 entró en el noviciado de La Valla.
   Tomó el nombre de H. Lorenzo; fue un ejemplo de hombre sencillo, piadoso y excelente educador.   Por los montes del Bessat recorría las aldeas llevando en su zurrón la comida de varios días y explicando el catecismo aun en tiempos de grandes nevadas y fríos.   En sus últimos años, en el Hermitage, juntaba a los jóvenes y les explicaba cosas de Marcelino, recordando los tiempos de los orígenes maristas.   Murió el 8 de febrero de 1851.

 

   El 1 de enero de 1818 se incorpora a la casa marista de La Valla el cuarto hermano: Antonio Couturier.  Era un joven bueno y piadoso, aunque apenas sabía leer.  Cuando murió, el 6 de marzo de 1850, en Ampuis, dejó un gran recuerdo de hombre excelente, de educador atento y de buen marista.  Uno de los más fieles discípulos de Marcelino, modelo de obediencia, sencillez y amor a su vocación y a la familia marista.
   Cuando el 12 de octubre de 1839 se hizo la votación para nombrar al primer sucesor de Marcelino, el H. Antonio tuvo un cierto número de votos, aunque no salió elegido.

 

 

   Bartolomé Badard entró en el noviciado el 2 de mayo de 1818.  Había nacido en 1804 en el mismo pueblo de La Valla.  Con sus apenas catorce años era uno de esos niños que escuchaban admirados a Marcelino y que al aprender el catecismo se les llenaba el corazón de amor a Dios y de deseos de seguir la santa vida del P. Champagnat.
   A los 16 años está dando clase a los alumnos más avanzados de la escuela de Saint-Sauveur.  En varias cartas, Marcelino le da sabias instrucciones para cultivar su vocación educadora.   En una le decía: "Esfuérzate, haz todo lo posible para formar los jóvenes corazones de los niños, diles muchas veces todo lo que les quieren Jesús y María y cómo en ellos se encuentra la felicidad."
 

 

   Gabriel Rivat nació el 13 de marzo de 1808, en una aldeita cercana a La Valla, Maisonnettes.
El 6 de mayo de 1818 entra a vivir con los primeros maristas.   Tiene 10 años y ya siente que su vida está consagrada a Dios y a la Virgen María.  En los años de formación estudia todo lo que puede (ciencias religiosas, matemáticas, medicina...)   En los colegios es cocinero y un excelente profesor.
   Bien pronto Marcelino lo trae junto a él al Hermitage para hacerle formador de los jóvenes aspirantes maristas.  Allí el joven H. Francisco trata vivir al estilo de Marcelino.   El 12 de octubre de 1839 es nombrado primer Superior general de los maristas; tiene 31 años.  Así, es él el que dirigirá la obra marista a partir de la muerte de Marcelino, el 6 de junio de 1840.
   En 1860, enfermo y con deseos de cultivar en su corazón los recuerdos y el amor a Marcelino, decide que los hermanos voten otro Superior general.  Así ocurre.  A partir de ese momento se convertirá aún más en la imagen viva del P. Champagnat.  En el Hermitage conserva cada rincón, explica cada detalle, y recoge en los cientos de páginas de sus cuadernos cada pequeña historia de los orígenes maristas.
  Muere el 22 de enero de 1881.  Hoy la Iglesia lo ha proclamado "Venerable" y ha reconocido que su vida y sus virtudes son un hermoso modelo para todos los cristianos.

 

   Esteban Roumesy entra en el noviciado de La Valla en 1819 y toma el nombre de H. Juan Francisco.  En 1822 está en Saint-Sauveur en una escuela que, con las limosnas de los feligreses, mantenía a los niños pobres de la parroquia, y atendía a los enfermos y ancianos de los que nadie se preocupaba.  Los éxitos de este hermano en la educación eran admirados por todos.
   Hacia 1825 Marcelino lo trasladó al Hermitage porque necesitaba una persona trabajadora y habilidosa en las tareas de una casa grande y llena de jóvenes.   Este trabajo no le gustó al hermano, que empezó a sentirse enfermo y triste.   Para colmo de males, cierto sacerdote, con ánimos de fundador, le engañó para que fuera con él a educar a niños huérfanos y abandonados.  Juan Francisco se marchó del Hermitage, causando gran pena a Marcelino.  Tampoco consiguió llevar una vida feliz en su nuevo proyecto; se vino abajo en un par de años.

 

   Juan Pedro Martinol nació en Burdignes (Loira), en 1798.  Fue el primer Hermano que falleció en el Instituto; murió a causa de una fiebre tifoidea el 29 de marzo de 1825.
   Su deseo de ser marista le vino al ver cómo los hermanos de Saint-Chamond llevaban a los niños a misa en una fila ordenada y alegre por la calle.  "Tiene que ser grande, precioso, guiar así a los niños y enseñarles a rezar y amar a Dios –se dijo–."   Y al día siguiente pidió entrar en la familia marista.
   El 2 de noviembre de 1823 fue nombrado director de Boulieu.  Pronto la escuela se llenó de niños que admiraban y querían al H. Juan Pedro. Tanto que, al cabo de dos años, cuando murió, los padres de un alumno suyo que murió el mismo día, quisieron que el niño fuera enterrado en la misma fosa que su buen profesor.

 

   Nació en Izieux en 1806.  Se decidió a entrar en la vida marista el día 11 de noviembre de 1822, aunque estaba en La Valla desde el 1 de noviembre de 1820, posiblemente porque era huérfano y vivía como interno en la primera escuela que Marcelino fundó en La Valla.
   Poco se sabe de su vida, que fue corta en la Congregación.
   Parece ser que a primeros de 1830 dejó la vida marista debido a la inestabilidad política que caracterizó a aquellos años y a una herencia de cierta importancia que recibió.
 

 

   Claudio Fayol nació en Saint-Médard (Loira), en 1800.  A principios de 1822 los maristas eran pocos y no muy conocidos.  Por eso Marcelino pedía continuamente a la Virgen que se aumentara el número de la pequeña comunidad.
   El 2 de febrero entró en el noviciado.  Vivió 33 años como marista, y fue una bendición de Dios para el Instituto.   Pasó casi toda su vida en el Hermitage.   Allí era quien cuidaba de todo y de todos.   Atendía a quien tenía que viajar y a quien llegaba de viaje.   Se esforzó por buscar recursos para una casa grande y muy pobre, y los conseguía con su sencillez y educación.  Animaba a los jóvenes con su alegría y buenos consejos.   Pero sobre todo fue el brazo derecho de Marcelino en múltiples ocasiones.
   El H. Estanislao fue quien cuidó al P. Champagnat en la enfermedad de 1825, pasando casi un mes y medio a la cabecera de su cama, sin dormir y ayudándole en todo.  Lo mismo hizo en la última enfermedad de Marcelino.  Ya antes le había acompañado en algunos de sus viajes y había sido su ayuda constante.